viernes, 5 de septiembre de 2025

Catacaos: ¡por qué una comunidad campesina pide justicia contra el “legado” del Sodalicio?

Por Nelson Peñaherrera Castillo

 


 

 

El 13 de abril de 2024, la Comunidad Campesina San Juan Bautista (CCSJB) de Catacaos, recordó 466 años de su creación por Cédula Real rubricada por el virrey Toledo. Ubicada en el centro sur de la provincia de Piura, es la más antigua y extensa del Perú. Ese día, se conoció un mensaje del Papa Francisco: “Les pido que defiendan su tierra… no se las dejen quitar”, dijo en un video grabado el 10 de abril en Ciudad del Vaticano.

 

Una semana antes, se publicó que el entonces arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren Anselmi, había logrado que su renuncia al cargo fuera aceptada por el Papa, aunque sin detallar las razones.

 

Eguren es miembro influyente del Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), una agrupación católica fundada en Lima en 1971 por Luis Fernando Figari. Durante décadas proyectó la imagen de una comunidad de vida consagrada con vocación evangelizadora, pero acumuló denuncias por abusos sexuales, psicológicos y de poder contra menores y jóvenes en Perú y Chile.

 

En enero de 2025, tras un proceso de investigación que se extendió por años, el Papa Francisco dispuso la disolución definitiva del SVC, alegando la inexistencia de un carisma fundacional genuino y el enquistamiento de un sistema sectario abusivo. El decreto de supresión se firmó el 14 de abril de ese año en Roma, marcando el cierre de la organización que había sido muy influyente en la jerarquía eclesiástica peruana.

 

Otro esquema de abuso

Los comuneros de Catacaos denuncian haber sido víctimas del despojo de sus tierras desde 2011 para implementar proyectos agrícolas o inmobiliarios ligados a personas y empresas con nexos con el SVC.

 

Aunque los responsables directos han sido pequeñas empresas privadas, documentos oficiales muestran que todas compartían el mismo domicilio legal e incluso al mismo abogado: Percy García Cavero. Este letrado también representó al arzobispo Eguren en querellas contra los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, tras la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados, que expuso los abusos cometidos dentro del Sodalicio.

 

En el caso de Catacaos, los comuneros descubrieron que la Asociación Civil San Juan Bautista (ACSJB) había adquirido casi 10 mil hectáreas de terreno en Agua Blanca, cerca de la Panamericana Norte en Cura Mori. La ACSJB intentó presentarse como vinculada a la comunidad legítima, pero los padrones que mostraba incluían a personas no inscritas, analfabetas o fallecidas.

 

Con el tiempo, la ACSJB se transformó en la empresa San José, que vendió fracciones de esos terrenos a distintas compañías inscritas en Registros Públicos con minutos de diferencia, todas en la misma dirección y con el mismo abogado.

 

Cuando los comuneros denunciaron, la respuesta fue una serie de procesos en su contra: pasaron de denunciantes a denunciados, con acusaciones que iban desde usurpación hasta terrorismo. Según el comunero Luis Inga Sandoval, “después de que nos quejamos, a cada rato nos citaban acusándonos de varias cosas”.

 

Los conflictos escalaron a enfrentamientos violentos: viviendas destruidas, alimentos quemados, ganado asesinado y hasta agresiones armadas. En 2018 hubo dos muertos y un herido de gravedad. En 2019, una visita de periodistas a la zona terminó en balacera.

 

Las sospechas de los comuneros sobre la inacción del arzobispado se confirmaron cuando investigaciones policiales revelaron que la banda criminal La Gran Cruz del Norte, usada como fuerza de choque para apropiarse de terrenos, recibía financiamiento desde oficinas ligadas al arzobispado de Piura.

 

No tanto justicia divina, pero algo así

En ese escenario, los comuneros decidieron elevar su voz directamente al Papa Francisco, enviando cartas, documentos y videos de los ataques. La respuesta llegó en 2019. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) comenzó a asesorarlos, y en 2023 delegados vaticanos visitaron Catacaos. Poco después, se conoció que el Papa había pedido la renuncia del arzobispo Eguren, y meses más tarde la Santa Sede anunció la disolución del Sodalicio.“Yo creo que está conectado con lo del tráfico de terrenos”, comentó el comunero David Girón .

 

Los comuneros pidieron tres cosas: que el Vaticano haga efectiva la disolución del SVC también en  Perú, que Eguren rinda cuentas ante la justicia humana y que el Estado peruano garantice la devolución de sus tierras y los proteja de nuevas agresiones. Por ahora, solo han conseguido la primera de las tres.

 

El abogado Carlos Rodríguez, de la CNDDHH, advierte que el reto es doble: mantener la posesión de sus terrenos y recuperar las casi 100 mil hectáreas que empresas vinculadas al Sodalicio han inscrito como suyas en las últimas décadas.

  

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