martes, 29 de agosto de 2023

A little insight on digital transformation


 


Two global trends seem to threaten jobs as we currently know. First, many companies are cutting positions due to a post-pandemic economic crisis. Second, artificial intelligence is replacing several positions. Seen like this, both things seem to be related each other.

Many specialists already have warned five years ago, this was going to happen. Many Jobs involving to mechanize operations are automating, without a return way. And this was not just breaking.

We are around three decades telling this same story. For example, my TV camera. As many newsrooms, robots are actually in charge of the technical part. Then, how are you going to replace your job?

My first insight is the technology helps your daily work. It doesn’t replace your work in general. In other words, while we don’t order, machines don’t do anything. That moves our job at a creative level.

That means to have a more analytic thinking with a competitive advantage over any machine: Our skill to create emotions.

At the moment, machines are not able to make it so. As some followers commented me, entrepreneurship is a good choice. Specialists advise not to do it individually. They recommend to build value chains which every entrepreneur is specialized in every phase of any process. The rest consists in promoting yourself as a tandem.

Of course, if you don’t know how to pitch what you do very well, nobody will convince you are the best choice. It’s time to talk. Follow me on the social media as @nelsonsullana.

domingo, 27 de agosto de 2023

¿Y si rescatamos la educación mercantil rural?

el 23 de agosto de 2023, la presidenta del Perú, Dina Boluarte, se reunió con algunos agricultores en Chulucanas, Piura, para escuchar sus necesidades. Los campesinos se concentraron en dos: mejor infraestructura de riego y de conectividad vial, y mayor flexibilidad financiera para que puedan vender sus cosechas.

Lo primero es algo de nunca acabar. en un país donde no se privilegia el mantenimiento preventivo de nada, la posibilidad de que cualquier cosa se deteriore es alta no tanto por el continuo uso, ya que al fin y al cabo para eso se construyó, sino porque no se revisa y se repara donde se necesite antes que el daño sea peor.

Lo segundo tiene que ver con una página que muchos campesinos se resisten a voltear.

Tras la Reforma Agraria de 1968, muchos se quedaron acostumbrados a que el gobierno les lance salvavidas una vez sí y otra también generando una fuerte dependencia de que, si la campaña agrícola es mala, el dinero de los contribuyentes sea el comodín de primera mano.



Si se tratase de una situación de emergencia, se entendería la urgencia; pero ya se ha convertido en una costumbre que solo se entiende si nos remontamos en la historia y nos concentramos en el momento en que el general Juan Velasco Alvarado decidió romper el orden constitucional del Perú mediante un golpe de estado, y para conseguir un rápido respaldo, expropió las haciendas (además de gran parte de la propiedad privada peruana) bajo la doctrina de la lucha de clases.

Velasco, embebido de toda la filosofía socialista propagada por la entonces Unión Soviética y Cuba, interpretó que la gente rica y los capitales transnacionales de origen capitalista (en realidad, estadounidense) solo servían para abusar de los trabajadores.

De hecho que sí hubo esos abusos, acuñados en gran parte por una marcada desigualdad en el acceso a la educación; pero tampoco la revolución de Velasco hizo mayor esfuerzo por venderle al campesinado de que, a continuación del enunciado de que "el patrón nunca más comerá de tu esfuerzo", dotar herramientas para que esos campesinos tuvieran asistencia técnica de constante actualización lo mismo que todo un sistema educativo financiero que les convierta de labriegos a empresarios rurales.


El modelo sí demostró ser exitoso. Durante los 1960s, en el valle de San Lorenzo, entre los actuales distritos de Las Lomas y Tambogrande, justo al norte de Chulucanas, el sistema de educación mercantil aplicado en escuelas rurales formó toda una generación de emprendedores campesinos que, eventualmente, dieron el primer brochazo de prosperidad a un proyecto que transformó terrales y bosque seco en un emporio agroexportador.

Pero, finalizando esa década, Velasco vino a cambiar el chip, y todo lo que se había avanzado se mandó al traste.

En consecuencia, muchos de esos campesinos descubrieron que podían ganar más trabajando menos. Por lo tanto, las tierras se volvieron improductivas, la maquinaria que Velasco donó se echó a perder, y el campo se empobreció.

Quienes no se dejaron encantar con el discurso socialista, profesionalizaron a sus hijos y ellos lograron mantener a flote el modelo agroexportador desde la década de 1980 en adelante.

La generación de profesionales campesinos entendió que debía convertirse en empresaria, y ahora ha logrado  sostener el negocio a pesar de los cambios, incluyendo el climático. Y toda su filosofía se redujo a invertir, analizar, ganar, reinvertir e innovar.

El caso es que esos son apenas una minoría, y ha sido complicado que el resto, aún con el chip de la dependencia gubernamental, se haya dejado convencer de que ése es el mejor camino para tener un campo rentable y moderno.

Dicho sea de paso, el agricultor piurano se queja de que el intermediario termina lucrando a costa suya, pero no dice que el intermediario se enriquece porque el agricultor tampoco controla la cadena productiva. Ni siquiera tiene idea de cómo es la persona que compra lo que produce en esos mercados allende los mares.

Si hace más de medio siglo la educación rural mercantil demostró que podía generar independencia económica, ¿por qué no se ha apostado más activamente considerando que hoy la propia tecnología facilita las cosas?

La verdadera revolución del campo será incrementar la competitividad con los campesinos controlando toda la cadena de valor, apoyándose en herramientas tan de boga como la inteligencia artificial, tal como se hace en cualquier mercado a nivel global. Sí se puede; la cosa es que se quiera. Ése es el pequeño gran salto que falta dar.