lunes, 5 de julio de 2021

El complejo juego de verdad o truco

¿Cuán fácil es vender algo o a alguien falso como cierto? La técnica literaria dice que si colocas una mentira en medio de dos verdades, la duda asaltará a quien te lea; y si tu personaje, además de una buena construcción, logra simpatía, se asumirá como real aunque jamás haya existido, salvo alguna contraanotación rigurosamente verificada. Lo mismo aplica si quieres maquillar los aspectos negativos de una personalidad que sí existió.

Es el caso de Oscar Françoise de Jarjayes (25/12/1755 – 14/07/1789), una supuesta oficial que sirvió como guardia personal a la reina María Antonieta de Francia desde el momento en que se convirtió en princesa de ese imperio, un matrimonio arreglado para apaciguar tensiones diplomáticas entre esa nación y Austria durante la segunda mitad del siglo XVIII.

En Latinoamérica, y especialmente Perú, supimos de su existencia a fines de los ochenta del siglo pasado debido a una serie de dibujos animados al estilo japonés, los ‘anime’, equivocadamente programada en horario infantil (Los Simpsons también son caricaturas pero están específicamente orientadas a público adulto), y que entre romances, intrigas, duelos y persecuciones a caballo, terminan contándonos la gestación y parto de la Revolución francesa, cuyo hecho clave fue la toma de la prisión de La Bastilla, en París, el 14 de julio de 1789, lo que ya traté en columnas previas y no con calificativos inspiradores que digamos.

Lo real es que la supuesta oficial Jarjayes nunca existió, o al menos eso es lo que sabemos hasta dónde vamos investigando; sin embargo pareció ser un recurso dramático de Ryoko Ikeda, quien creó al personaje, para contarnos todo un hecho histórico con mucha pulcritud y rigidez. Incluso se incluyó en la trama a La Fayette, un oficial francés que sí existió al punto que participó en la Guerra de Independencia estadounidense (hay un parque con su nombre en Washington, DC); también Maximilian Robespierre aparece en el relato.

Si puedes buscarte la serie en plataformas, como ejercicio para entender todos los eventos, sí, te la recomiendo. Está como Lady Oscar (“la rosa de Versalles” en otros países). Aquí uno de los episodios:



Y, aunque es cierto que hay mercancía relacionada regada por la red, incluyendo el árbol genealógico de la protagonista, la verdad es que no existió como nunca existieron varios personajes sobre los que se contaron aventuras en las historietas, el cine, la radio o la televisión. Es el caso del no menos popular Don Diego de la Vega, cuyo ‘alter ego’ fue El Zorro.

Si bien fue ambientado en un primigenio Los Ángeles durante la época en que California aún era parte de México pero ya se había desencantado del dominio hispano, y en las dos películas protagonizadas por Antonio Banderas hay hartas referencias a la historia real, lo cierto es que esa suerte de héroe romántico jamás existió; es ficción. ¿Pensabas lo opuesto? También pasa con gente real a la que se atribuye hazañas que quizás no hizo o que no pueden verificarse.

Entre los distritos piuranos de Tambogrande y Chulucanas aún vaga el fantasma de Froilán Alama, una especie de Robin Hood local que tuvo varios pares durante la época del bandolerismo en otros departamentos del Perú, como Luis Pardo en Áncash, del que mi colega Mario Tarazona estaba produciendo una película que no pudo concluir porque falleció de Covid-19 en 2020.

En el caso de Alama, el hecho confirmado es que murió abatido por dos guardias civiles en un caserío del distrito lambayecano de Olmos, pero lo que se debe corroborar es el resto de su vida y ‘obra’, como la del supuesto escondite en el monte El Ereo (visible desde Sullana), sus romances, y hasta el lugar exacto en que fue abatido. Sin embargo, esa carencia de contraste histórico hace que algunas personas –están en su derecho—duden de su existencia.

E igual pasa con el ex presidente Alan García, quien falleció en Miraflores, Lima, tras suicidarse cuando iba a intervenirlo un escuadrón especial de la Policía Nacional, pero a la que mucha gente aún considera vivo y secuestrado de la luz pública. Sí, por ahí hay parte de propaganda, y vaya usted a saber de dónde provendría. O la controversia sobre la llegada de Neil Armstrong a la Luna: hay gente que aún cree fue un montaje de Hollywood, como lo sugirieron al inicio de la undécima temporada de Los expedientes Secretos X (The X-Files).

Y así podemos ir enumerando cientos de ejemplos donde una mentira se esconde entre dos verdades y se transforma en otra verdad (sin serlo), o una verdad entre dos mentiras y se transforma en otra mentira (sin tampoco serlo). Si te quedas con la primera lectura de hechos, datos y contrastes, es probable que caigas en el equívoco y lo asumas como algo real, e, insisto, hay gente especializada en crear esos montajes que construyen o destruyen reputaciones.

¿Existe alguna forma de no ser víctima? Por lo pronto, no quedarse con aquella primera lectura, investigar en fuentes confiables (como lo hice para escribir esta columna), y aplicar lógica. Por ejemplo, si Lady Oscar, un apelativo que difícilmente escaparía a cualquier historiador avispado (incluso para calificarla superficial y despectivamente como marimacho), no aparece en la historia oficial de Francia, ¿es porque se la ocultó deliberadamente si terminó encarnando los ideales revolucionarios como en la obra (perdón por el spoiler), o porque jamás existió? Lo mismo con el Zorro. ¿O qué tal con el Macondo de Gabriel García Márquez, la Santa Ana do Agreste de Jorge Amado, o hasta La Tina de enrique López Albújar (alguien asegura que sí existió).

Y no es que tengas que ir a París o a Los Ángeles (si puedes, a buenahora), puesto que la investigación la puedes hacer cómodamente desde tu computadora conectada a internet sabiendo buscar en la fuente correcta. Se llama criterio, se llama metodología, y eso te lo forma la educación.

Cuidado con algunas personas que hasta han formado negocios especializados en crear noticias y hechos plenos de falsedad porque están a la caza de aquellas personas que no cuestionan, que no indagan por su cuenta, que, desgraciadamente, no forman sus propios criterios al margen de lo que le diga cualquier fulano con alguna teoría medio extraordinaria. Como siempre digo, el fantasma no asusta cuando sabes que allí está. Ya, si aún sabiendo su existencia, terminas con los pelos parados, ni modo.

 

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