jueves, 10 de noviembre de 2022

55 años de rock en Piura

De tocar lo ajeno a lo propio, y del presencial a la plataforma virtual.


 

El rock es una corriente musical que nació de un mestizaje cultural tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido. Ritmos tan dispares como el blues, el jazz o el country fueron los ingredientes que a mitad del siglo XX se usaron para dar vida al rock & roll, y a partir de él, una década después, ir configurando al rock como un movimiento cultural que se globalizó, incluso antes de la primera transmisión de Arpanet, el antecesor de Internet, allá por 1969.

 

La movida habría llegado a Piura en 1967, aunque inicialmente solo se tocaba covers. Lo que se vivió no fue una brisa sino un ventarrón: “Aparecieron mas de 80 bandas”, me cuenta Juan Francisco Facundo Silva (43), uno de los pocos difusores del género al menos en las dos urbes más grandes del departamento.

 

“Te hablo de los años 60 y 70 como Scarface, Los Delfines, Los Jailers, Los Stones”, recuerda citando una investigación de Miguel Almeida, quien logró sistematizar los inicios del movimiento en Piura en un texto con más de 30 páginas, por si alguien desee profundizar.

 



Del cover al streaming

Cuando terminaron los convulsos 1980, las bandas piuranas de rock dejaron de tocar temas prestados y se dedicaron a crear los suyos: “Ahora en los ‘90 sí hay registro, por ejemplo, bandas que hicieron música  propia como Libre y Diáfano, y mucho después ya vinieron los 2000 con bandas como los shokekoks, 1900, que aún están luchando, y habían más”, prosigue Facundo.

 

Para entonces casi cada capital provincial tenía al menos una formación dedicada al rock, como Los sepultureros, en ciudad de Ayabaca, que comenzó a tocar circa 1995. También comenzó la ramificación en subgéneros con influencias tan diversas como el ska o el punk. El verbo poguear (bailar colectivamente empujándose en tono amistoso) comenzaba a ser parte del léxico juvenil piurano.

 

Desde 2010 en adelante, hay nuevas bandas y nuevos retos de competir en un mundo que parece abandonar poco a poco los soportes clásicos como el vinilo (aunque se resiste a morir), el cassette compacto (que ya había desaparecido casi del todo), el disco compacto (que sobrevive con esfuerzo) y se entrega a la difusión en la nube virtual mediante el streaming, migración acelerada tras la pandemia de la Covid-19, que obligó a cerrar los espacios públicos por un año entero.

 

El propio Facundo tuvo que transitar de difundir mediante la radio FM hasta crear su propio espacio en Facebook, Facundo Rock, que dedica largas emisiones a presentar temas, grupos y analizar la escena del rock con interacciones dentro y fuera del Perú, incluso. Algunos usuarios lo siguen desde sitios tan distantes como Australia.

 


Movimiento autogestionario

“Ahora en la actualidad el problema es que  no hay apoyo de gobiernos regionales”, critica el presentador. “Hay espacios que están cerrados como el Teatro Municipal de Piura, el teatro manuel vegas castillo; también la Concha Acústica [del parque infantil Miguel Cortés]que requiere una reparación para presentaciones culturales y deportivas”.

 

A 55 años de que la primera banda de rock tocara en Piura, incluso las capitales distritales tienen teatros o salas construidas especialmente para espectáculos; es decir, hay mucha oferta y la demanda parece no haber decaído, a pesar que el género urbano parece haber ahogado al rock a escala mundial.

 

“Mayormente los que se dedican a hacer eventos o tocadas, como las llamamos, son la gente independiente que le gusta el Rock; también las mismas bandas se autogestionan pero son pocas”, explica Facundo.

 

El modelo de financiamiento independiente con locales privados se basa en que el dueño gana por venta de alimentos y bebidas y el organizador gana por la venta de entradas. Si el espectáculo se hace gratis y a espacio abierto, como lo hizo Facundo el 15 de octubre en Sullana (para celebrar el segundo aniversario de Facundo Rock), el apoyo público básicamente consiste en autorizar el uso del recinto (en este caso fue el anfiteatro del centro de Convenciones). El resto se consigue mediante patrocinios.

 

Lo que sí está claro es que en este medio siglo de rock en Piura, los adolescentes y jóvenes de aquellas épocas son los abuelos de esta generación, y muy a pesar de la evolución cultural y tecnológica, han permitido que la semilla siga creciendo y dando frutos.

 

El desafío para el rock piurano es entender que, sin renunciar a ser un escenario local relativamente marcado, tiene ahora mejores posibilidades que hace 55 años para hacerse global. Talento hay. Veamos cuánto es capaz de fulgurar. 

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