lunes, 25 de abril de 2016

Redacción multiplataforma (I)

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Contenidos periodísticos

En primer lugar definamos lo que es un contenido. Llamemos así al recipiente de cualquier tipo capaz de conservar y transmitir información, esto es, datos, hechos, opiniones, cifras, o sea todo aquello que nos ponga de cara a una realidad concreta y específica. Entonces, un contenido es todo recipiente capaz de contactarnos con una realidad en particular o en general, pero realidad en esencia.

La realidad es lo que es: lo que nos rodea y que puede percibirse mediante nuestros sentidos, incluso cuando no es tangible aunque sí deductible.

Un contenido periodístico no solo busca ponerme en contacto con esa realidad sin más; busca que la conozca, que tome una posición frente a ella (si fuera el caso) y que mi propia síntesis me lleve a actuar de una forma determinada. Un ejercicio periodístico que no desemboque en provocar una respuesta verificable, medible y replicable en el público debería revisar su razón de ser y replantear su forma de proceder.

Y es en tal contexto dentro del que vamos a movernos.

 

La ciencia y el arte de producir contenidos periodísticos

Para contar, explicar o criyticar una realidad primero se la debe conocer. Ese acercamiento a lo que es puede hacerse directamente (lo ideal) o indirectamente mediante un canal confiable.

En cualquiera de los dos casos lo que queremos es presentarnos ante tal realidad, identificar cada uno de sus componentes, entender cómo conectan unos con otros, alejarnos y decir lo que encontramos con el mayor ajuste posible a su ser. A esto llamamos investigar.

Aunque resulte avurrido repetirlo, el requisito para una buena investigación periodística es la apertura de mente y la ausencia de prejuicios. Quizás es complicado para la naturaleza humana, pero eso diferencia al periodismo de la simple transferencia de datos, incluso en un plano coloquial, y eso acerca al periodismo a un espacio más científico,.

Entonces iniciamos con la investigación, y aquí comienza la odisea. ¿Qué hacemos con todo ese manojo de información? ¿Cómo lo disponemos de tal forma que conecte, que genere una tendencia y que provoque una reacción? Aquí es donde la investigación se transforma en contenido.

Todo lo que hemos de informar tiene como unidad visible y transferible a la palabra, independientemente de que sea hablada, escrita, cantada, graficada. Qué sé yo. La unidad de medida y cambio de todo contenido es la palabra.

Cuando esas palabras se asocian de forma coherente al punto de entenderse, hemos logrado elaborar un contenido. Claro que es fácil decirlo así, pero esta es la simplificación de todo el proceso que comienza con la palabra y su doble dimensión: el significado (lo que es) y el significante (cómo la entiende la gente).

En el periodismo tenemos que aprender a jugar con esa bidimensionalidad de la palabra; por lo tanto, la tenemos que dominar con la mayor competencia que nos sea posible: no basta con saberla ubicar y enunciar desde un diccionario de significados sino que tenemos que entender toda su riqueza y versatilidad a la hora de enlazarse con otras palabras y adquirir un sentido.

De ahí que, aunque nos consideren un sub-género literario, el periodismo es un arte, y como todo arte, dice algo y acaricia nuestros sentidos (incluso para darnos malas noticias).

La redacción es la forma tangible de ese arte: el arte de informar.

Hay tres niveles en los que la redacción tiene que moverse: la oración, el párrafo y el texto o discurso ( o rollo, o carreta, o cháchara).

La oración es la unidad mínima de todo discurso. Es como nos enlazamos racionalmente con el resto de las personas… y hasta con los animales. Y la oración, en su estructura, tiene el primer nivel de lógica: tenemos un sujeto de quien hablamos, una acción que el sujeto realiza y un complemento que especifica la acción del sujeto.

Cuando una oración se conecta con otras para expresar una idea bien específica, nos encontramos frente a un párrafo. A veces suele pasar que una sola oración es capaz de expresar esa idea, y se convierte en un párrafo independiente. Claro que en este texto no lo estoy logrando como para ponerte un ejemplo, pero sí me estoy asegurando que cada párrafo fije una idea; por ejemplo, éste, sobre la naturaleza del párrafo… valga la redundancia.

Y cuando varios de estos párrafos me explican, me evalúan o me señalan una realidad dentro de la porción que toca conocer y la agotan solo en esa fracción, estamos frente a un texto o discurso. Por ejemplo, éste que estás leyendo y que está dedicado a la ciencia y al arte de producir contenidos periodísticos, y al respecto, una consideración algo filosófica.

Es imposible que un solo texto agote toda la realidad. Desde que ésta es infinita (hasta donde sabemos), el texto tendría que ser infinito. Ante la imposibilidad de que podamos leer infinitamente, separamos todo mediante artículos o porciones de realidad. (Y eso permite que las posibilidades del periodismo sean infinitas, en consecuencia).

 

(Continuará... mientras tanto, comenta aquí, en Facebook o Twitter)

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