lunes, 30 de noviembre de 2020

Un acercamiento a la democracia ambiental

 


    

 

EL PROBLEMA DE LA ESPECIE HUMANA

Durante milenios la especie humana ha considerado que dentro de la creación, que también es un relato humano, ha alcanzado el escalón más alto. Esto le ha llevado a tomar decisiones que en muchos casos han puesto en peligro la conservación de nuestra propia especie. No en vano eventos históricos, como la famosa peste de la Edad Media, no fue otra cosa más que fruto del descuido del ser humano por no tomar las mínimas consideraciones sanitarias para evitar el contagio de una epidemia que realmente diezmó a la población europea.

 

 Más recientemente, la emergencia climática (antes cambio climático) es la amenaza global que conforme avanzan las décadas, promete borrarnos de la faz del planeta si no tomamos las previsiones necesarias. El caso es que la especie humana siempre se ha considerado superior a otras especies bajo el argumento de que es la única con capacidad de raciocinio.

 

Basada en las pruebas científicas que los propios humanos hemos desarrollado, hemos concluido que somos la “especie dominante”. No hay evidencia, o al menos nosotros no la hemos aportado, de que otras especies que pueblan el planeta lo sean, a pesar de que trabajos de varios científicos han demostrado que otras especies de mamíferos, como las ballenas y los delfines, han desarrollado ciertas capacidades de comunicación y organización mejores que las nuestras, sin necesidad de los inventos que hemos desarrollado para solucionar ese problema (me refiero a la Internet, por ejemplo).

 

 La especie humana, pues, es una entre todas las especies  que pueblan este planeta. En ese sentido, no es la especie humana la que ha dominado al medio, aunque se haya atribuido el derecho de hacerlo. En realidad, la especie humana es parte del medio. Lo que sí  podemos concluir es que nuestra especie ha sido una de las principales modificadoras del espacio natural, pero no la única capaz de cambiarlo.

 

Así, los castores de Norteamérica, sin necesidad de hablar, han desarrollado un sistema de aprovechamiento del agua en los bosques mediante la construcción de presas, o los horneros, que resultaron ser eficientes albañiles y han hecho de los árboles el lugar donde construyen casas de hasta dos habitaciones, si cabe el término.

 

Este no es descubrimiento de esta generación de humanos. Pueblos indígenas lo sabían, por eso consideraron que su aporte a la modificación del espacio natural sólo debía limitarse a lo necesario para satisfacer eficientemente sus necesidades. Sin embargo, cuando el ser humano alcanzó un grado elevado de organización y expansión generó verdaderos problemas al espacio natural.  Esta historia se conoce desde el Imperio Romano, que fue uno de los principales modificadores del medio ambiente que la historia humana haya registrado.

 


    

 

 LA DEMOCRACIA AMBIENTAL.

Si democracia se puede definir como la participación de todos los individuos de una comunidad para tomar decisiones que permitan cumplir objetivos que nos desarrollen, y el ambiente es el espacio donde generamos desarrollo, entonces habría que ojear un concepto que ha tomado importancia en los últimos 40 años: el desarrollo sostenible.

 

Se llama así al proceso de avance de la humanidad en el que se toma en consideración los impactos en el medio, de tal modo que nuestro modelo de organización y transformación no solo permita la solución de las necesidades básicas de nuestra generación, sino que garantice también la de las generaciones siguientes. La idea es que cada generación perfeccione la solución de sus problemas más importantes basados en la solución de necesidades puntuales garantizando lo mismo para las generaciones por venir.

 

Por otro lado, hay valores que la democracia aporta, si es que la observamos en su concepto clásico, es decir, el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo. En un entorno democrático, se considera la participación de todos los actores, es decir, todos quienes son miembros de una comunidad, entendida como la asociación informal de individuos que comparte un espacio y objetivos comunes.

 

 El punto es que no todos estos individuos son iguales en todo el sentido de la palabra. Es ahí donde la democracia entra a jugar para decirnos que a pesar de las diferencias, todos los individuos podemos ser partícipes del proceso de toma de decisiones, con tal de también beneficiarnos de la ejecución de las mismas. Eso se conoce como equidad: todos los individuos tienen iguales derechos porque conforman la misma comunidad. 

 

Incluso dentro de la equidad, se considera una atención especial a quienes poseen capacidades diferentes, con tal de que estén al mismo nivel que los demás para poder ser partícipes del proceso democrático.

 

 Es ahí donde ingresa la democracia ambiental, a la que podemos definir como el sistema de gobierno en el que todos los individuos son considerados como actores en la toma de decisiones, que nos permita generar un entorno adecuado donde podamos desarrollarnos armónicamente, y permitir que las generaciones futuras gocen de mejores condiciones para perfeccionar el proceso.

 

 Como actores no solo consideramos a la comunidad humana sino, en realidad, a todo el ecosistema o la comunidad de seres vivos existentes en un espacio determinado, que no es otra cosa que el medio ambiente. Mejor dicho, nos integramos a las necesidades de otros seres vivos como nosotros, que de alguna manera han desarrollado sus propios mecanismos de respuesta frente a los problemas ambientales, y se incorporan como aportes para la solución de necesidades más globales.

 

 Hasta cierto punto el ambiente, en tanto desarrolla mecanismos de reacción, es considerado como actor. Esta es la diferencia con la democracia tradicional, en la que solo prima la perspectiva humana. Esto cambia por completo nuestro modo de concebir el mundo. Pero visto desde una perspectiva más universal, en realidad es así. De hecho, la Tierra es parte de otro sistema más grande que termina en lo que llamamos universo.

 

 Para quienes aún son escépticos con el hecho de que la Naturaleza posee capacidad de respuesta  a los problemas ambientales, les contamos un caso anecdótico. Debido a la construcción de una presa en el curso del río Chira frente a la ciudad de Sullana (Perú), el agua que fluía normalmente se fue estancando, y eventualmente se convirtió en un hermosa laguna donde se practicaron deportes náuticos.

 

 Lo que los proyectistas nunca consideraron es que la ciudad, desde hacía medio siglo, botaba sus aguas servidas al cauce, aguas arriba de la presa, y con el estancamiento se estaba generando una suerte de enorme laguna de oxidación. La respuesta de la Naturaleza fue poblar la superficie del agua con una planta que los lugareños conocen como lirio acuático. Las raíces del lirio absorbían las bacterias saprofitas del agua sucia y la limpiaban. Además oxigenaban la zona evitando que el metano, que es gas letal para la especie humana, se desarrollara y comenzara a cobrarse vidas.

 

 Claro está, muchos humanos no lo vieron desde ese punto de vista y determinaron que se debía eliminar el lirio porque afeaba el paisaje. Si es que se hubiese tenido una visión de democracia ambiental, se hubiera considerado esta variable y posiblemente se habría pensado en una solución más creativa que no genere impactos graves en el medio ambiente.

 


    

 

 LAS ACTITUDES EN DEMOCRACIA AMBIENTAL

Una comunidad que se organice bajo la óptica de la democracia ambiental deberá considerar como eje fundamental el desarrollo de la tolerancia y la humildad. De ese modo, aprenderá a reconocer las reacciones de los y las demás como opiniones válidas que deben ser consideradas en el proceso de toma de decisiones.

 

Si es que la especie humana es, como dice, una especie con capacidad de raciocinio, debería considerar la desaparición de dos obstáculos para la comprensión del medio en general: los estereotipos y los prejuicios, que no son sino imágenes usualmente distorsionadas de realidades que no conocemos cabalmente.

 

Solo entonces se podrá hacer un diagnóstico real de las necesidades del ambiente considerando cada uno de sus componentes y las relaciones que ya existen entre ellos.  Si se conociera mejor estas interrelaciones, entonces se tendría una visión más amplia del ecosistema en el que estamos inmersos: la especie humana es, finalmente, parte de ese modelo.

 

Con toda esta información, entonces procederemos a la elaboración de planes. Si en el diagnóstico hemos considerado todos los elementos, es lógico pensar que en esta etapa, la inclusión para participar es también integral: nadie debe quedar fuera.

 

 Una vez que se determinen las prioridades y los modos de proceder, se plantearán objetivos para pasar a la ejecución. Posteriormente se evaluará si es que la decisión y los objetivos planteados fueron realmente los correctos, considerando, como siempre, a todos los elementos e individuos que conformen el ecosistema.

 

 Como se verá, el concepto de democracia ambiental es en realidad diferente de la democracia participativa y aun de la representativa, pero las incluye como parte del proceso de toma de decisiones. De hecho, en cada nivel de toma de decisiones debe asumirse la representatividad de la delegación de liderazgo para realizar una ejecución eficaz; pero, desde que hay un sentido de equidad para todos los componentes, todos los niveles tienen igual grado de importancia.

 

No es necesario crear nuevas instancias de gobierno que garanticen el éxito de este sistema; simplemente hace falta cambiar de actitud y ser abierto a todas las perspectivas, ya que, finalmente, la especie humana es sólo una parte de toda la comunidad del bioespacio que llamamos Tierra.

 

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