Una de las mejores ideas en las que pude estar involucrado este 2019 ha sido la producción de un webcast (transmisión de un contenido exclusivamente por Internet) al quellamamos, contraviniendo las normas del branding, como Una buena historia para compartir, o BHC por el acrónimo que le elegimos, y cuyo concepto es simple: narrar y difundir historias reales e inspiradoras que nos devuelvan la fe en las buenas noticias.
Parece sencillo escribirlo, pero trece
episodios después sí que ha sido todo un reto, ya que no bastó el entusiasmo de
Francesco Navarrete y Daniella Peña, quienes pasaron a ser mi productor y
productora respectivamente, o el cuidado que le pusimos en la selección de
temas, el manejo de los contenidos y el desarrollo de una técnica complicada a
pesar de su simplicidad: el plano
secuencia, el arte de presentar una pieza audiovisual sin cortes de
edición, incluso trasladando la cámara, y encima –como decidimos complicarlo
con nuestros recursos mínimos—completamente en vivo.
Quienes digan que es como hacer radio, se
equivocan, no porque la radio sea más sencilla de desarrollar, sino porque son
dos lenguajes totalmente diferentes; además, la televisión tiene un componente
crítico que la radio no: la imagen. Pero, siendo justos, incluso la radio posee
como su principal reto estimular la imaginación de la audiencia para crear
imágenes mentales, así que tampoco es que el soporte de solo audio sea pan
comido. Mientras tanto, regresemos al asunto del plano secuencia.
Quien lea esto y no tenga mayor noción sobre
producción de contenidos audiovisuales, o peor aún no tenga noción de cómo
producir contenidos para difusión masiva, podría pensar que se trata de
televisión prehistórica, cuando no existían ni las cintas de una pulgada que
permitieran guardar las imágenes; pero, curiosamente, lo sencillo en las épocas
de los formatos digitales de registro, almacenamiento y distribución es prender
la cámara, hacer lo que se tiene que hacer, cortar, y juntar todo mediante
montaje, especialmente si los errores se han sucedido de manera prolija. Y si
hay defectos, existen los filtros en posproducción.
No es que tampoco gritar ¡acción! o ¡corte! o¡se imprime! sea fácil; lo que digo es
que de pronto, muchos productores están viendo en el montaje un recurso fácil
para realizar contenidos, y no lo es. Si no se plantea la pieza en tres actos
con sus respectivos puntos de inflexión, incluso cuando se trata de realidad no
inventada, entonces no se logrará ese mágico momento de jugar con la tensión de
la audiencia, técnica que heredamos de la Grecia Clásica, y que debe tener unos
3000 años de antigüedad cuando menos.
Lección 1: En vivo quiere
decir en vivo
En televisión en vivo con contenidos previstos,
como la que se hacía en Perú hasta mediados de la década de los 1960, no había
opción de corte. Probablemente algunos ajustes en sonido e iluminación, pero
básicamente poner todo en escena, para comenzar, requiere de tres
características clave: muy buena comunicación dentro de todo el equipo de
trabajo, que el talento a cámara (no solo el presentador) tenga los recursos
suficientes para salir del paso si algo se sale de control, y nunca por nunca
perder la conciencia de que ya no habrá vuelta atrás una vez transmitido el
primer segundo.
Lo primero se resolvió manejando una pauta que
establezca de qué se va a hablar, qué se va a mostrar y en qué momento va a
mostrarse. Parece que estuviera hablando de un guion pero estrictamente no lo
es. Sí, quienes creían que apenas la transmisión comenzaba, Nelson se ponía a
hablar cual lorito lo primero que le viniera a la cabeza, se equivocan; detrás
de cámara, mis productores me estaban marcando ’timing’ o fluidez, temas y
tiempo. Y el documento de trabajo era la pauta que yo escribía.
Lo segundo, aunque no lo crean, fue aplicar
‘casting’ o audiciones. Hay gente que sabe nos propuso temas y personajes pero
nunca fueron considerados en la temporada. La respuesta de por qué no los
incluímos es simple: las historias no estaban adecuadamente impulsadas o no
sonaban consistentes, por lo que era complicado entender cuál sería el gancho
mediante el que podíamos conseguir atrapar a la audiencia. ¿se puede corregir?
Sí, se puede, y más adelante les comentaré cómo.
El caso es que cuando comenzamos a trabajar con
otras personas en cámara, a las que llamamos “los protagonistas” (no “los
invitados” porque, básicamente, íbamos a meternos en sus espacios cotidianos
para transmitir), llegamos a tener sesiones de ensayo, e incluso ensayábamos
antes de salir en línea para estar seguros de que todo el mundo estaba
sincronizado.
Y lo tercero fue definitivamente un ejercicio
de concentración general –repito, no solo de los productores o mía—donde la
instrucción principal era olvídate que
hay una cámara, sigue conversando conmigo y la otra era si algo sale mal, no hay problema, lo
salvamos sobre la marcha. Pero lo que sí puedo decir es que cada webcast
era motivo de conversación semanal para que todo el mundo esté seguro de que
estaba hablando el mismo idioma. Claro que se escaparon detalles, como que la
cámara se movía mucho, o la señal wifi se caía y se comía pedazos de audio o
video, pero en líneas generales, el trabajo fue realmente bueno.
Lección 2: La historia es más importante que la tecnología
Cuando íbamos a transmitir a locaciones,
algunos protagonistas esperaban que apareciésemos con una enorme cámara, cables
por todo sitio, luces, micrófonos, y afuera un carro con enormes platos
lanzando la señal a algún satélite. Lamentamos desilusionarlos, pero todo se
hizo con un celular inteligente enganchado a una señal de internet inalámbrico,
y no hubo más carro que Homero, el escarabajo rojo que nos ha transportado por
la ciudad y alrededores.
Por supuesto que cuando eso llegó a oídos de la
competencia, comenzaron a decirnos que metamos tal equipo o este otro o este
otro, y la verdad es que todas las sugerencias han sido muy buenas, y eso
demuestra que el producto genera interés al punto que hasta tus competidores
quieren que mejore. Pero en esta primera temporada, Francesco y yo queríamos
retarnos a nosotros mismos a sacarle el jugo a las posibilidades que un aparato
tan pequeño como un celular nos permitiera, a hacer cosas que no demandaran
llevar más equipo, y que es el signo de esta era: la convergencia te permite
poner en público cualquier cosa hasta con un dispositivo espía: más que un reto
tecnológico, era un reto técnico.
Entonces, si la tecnología no era nuestro plato
fuerte, ¿dónde asentábamos ambos pies? En la historia, el relato, en el manejo
de los datos, en la lógica de los argumentos, y, por encima de todo, en la
veracidad de lo difundido. Y la prueba de ello es que cada webcast tiene una
versión multimedia, es decir, un contenido en el que la audiencia puede
reproducirlo otra vez y complementarlo con información adicional en texto,
audio y video existente en la red y en fuentes que no necesariamente pertenecen
o son controladas por nuestro producto. En otras palabras, investigación.
Como dije arriba sobre los datos, lo siguiente
era dosificarlos de tal manera que el interés vaya creciendo en la audiencia, y
aquí vino otro reto. Usualmente todo el mundo se está acostumbrando a que en
dos, excepcionalmente, cinco, minutos, se les cuente algo. En BHC, nos hemos
dado el empacho de tomarnos hasta 29 minutos con 30 segundos para hacerlo y sin
cortes (recuérdenlo), y la razón es bien simple: la narración se hacía tan
buena a la hora de ponerla en escena que básicamente la dejábamos fluir. Mucho
del mérito lo tienen los y las protagonistas, y no es que hayamos descubierto
la pólvora.
La talentosísima artista mexicana Verónica
Castro contó una vez que una entrevista con el finado Juan Gabriel programada
para dos horas (música incluída) se fue de largo por cinco debido a que el
invitado ameritaba extenderse. Lo chistoso es que no me inspiré tanto en la
“chaparrita”; mas bien, mi referente, como se lo he contado a muchas personas, es
la cubana Cristina Saralegui. Y de hecho, pensando en ella, hemos conversado
sobre la posibilidad de migrar a un formato con público en vivo, pero veremos
aún, ya que todo está sujeto a financiamiento.
Lección 3: La confianza en la propia historia
Otro reto de este primer paquete de webcasts
ocurrió a partir del episodio 8, cuando dejamos los monólogos e incorporamos la
participación de los y las protagonistas. En realidad, la idea de meter más
gente a cámara comenzó desde el episodio 3 cuando compartí la conducción y
tuvimos a nuestro primer protagonista; pero, diversos factores, entre ellos la
disponibilidad de la otra persona hicieron que lo pospusiésemos por cuatro
webcasts más.
¿Pero qué personas estarían dispuestas a
compartirnos sus historias? Durante la primera mitad de la segunda etapa, nos
dimos al trabajo de buscarlas y convencerlas de que su experiencia, a parte de
ser inspiradora, tenía que contarse a cámara no como una entrevista sino mas
bien como una conversación natural entre viejos conocidos. Lograrlo fue tan
complicado como ir construyendo confianza en el formato, en la manera cómo
íbamos a tratar los contenidos y en mí mismo.
Y en este sentido, los webcasts que funcionaron
mejor en términos de reacción positiva del público fueron los protagonizados por
mujeres. No hay mucha ciencia para explicar por qué: las mujeres valoran mejor
sus historias de vida que los varones, y cuando las cuentan, las actualizan de
tal manera que la audiencia conecta con una facilidad intstantánea. Bien por
esos webcasts. Queda como reto, si lanzamos una segunda temporada, alternar un
webcast con un protagonista y otro con una protagonista, como nos impusimos
inicialmente.
En la segunda mitad de la segunda etapa, la
cosa fue relativamente sencilla: la gente vio en video lo que estábamos
haciendo, confió en la calidad del formato y comenzaron a aparecer entre
quienes invitamos a aparecer en cámara y quienes pidieron aparecer en ella.
Ahora bien, ¿cuál es el poder de compartir una buena historia? Lo primero es
que revaloras tu vivencia no importa de qué tipo sea; segundo, la lección que
tu aprendiste es un aprendizaje que va a serle útil a alguien más; tercero,
contribuyes a cambiar la actitud de las personas virando a una visión más
positiva de la vida y de sí mismas. En resumen, construímos cultura de paz
usando un medio de comunicación masiva.
Lección 4: El planeta quiere conocerte
Sin duda que el acierto del formato fue cuando
incluímos a un o una protagonista en cámara en el sentido del impacto sobre la
gente que vio cada episodio. Y aquí viene lo mágico: no solo llegamos a
internautas en el ámbito de Sullana; logramos trascender a él y expandirnos tan
al norte como Canadá y los Estados Unidos, tan al ssur como Chile y Argentina,
tan alrededor como europa Occidental y hasta Japón. Doquiera que hubiese un
hispanohablante nativo o adoptado, el contenido funciona perfectamente igual.
Y, como procuramos que el estilo sea inactual, si lo reproduces ahora mismo,
está tan vigente como el día en que se transmitió.
Entonces, cuando alguien participa del proyecto
BHC debe considerar que no solo le está hablando a sus amigos que conoce cara a
cara o que conoce mediante Facebook, sino que está en condiciones de generar el
espíritu de comunidad con miles alrededor del mundo. La cosa es dar la cara.
Por eso, el eslogan del programa es “el planeta quiere conocerte”.
El reto en este sentido es ir saliendo de
Sullana y explorar otras localidades. Llegamos a hacer un webcast en Piura, y
nos quedaron otros tantos por lanzar; pero también aparecieron buenas historias
en Chulucanas, Ayabaca, Catacaos, Paita o Huancabamba. No hemos podido
cubrirlos por un tema logístico (se busca patrocinador, por si acaso), pero sí
nos encantaría llegar a ponerles en pantalla.
Otras actividades que se nos han ocurrido en
torno al formato, y desde ya las voy anunciando, son experiencias vivenciales
en vivo mediante las que te enseñemos a identificar tu buena historia y cómo
usar nuestra plataforma o tus propias plataformas para irlas compartiendo no
solo con tus patas o panas sino con todo el mundo. Así que si te interesa tener
la tuya propia allí donde estés, ingresa a https://facebook.com/BHCoficial y
nos dejas un mensajito, además que podrás ver todos los episodios en sus tres
versiones.
Y cierro este año con el remate del programa, y
que debería ser una suerte de mantra para 2020 y los años por venir: yo tengo
una buena historia para compartir… ¿Y tú? ¡El planeta quiere conocerte!
A lo largo de esta entrada podrás reproducir los webcasts con mejor
desempeño ante el público. No olvides dejarme tus comentarios en mi cuenta de
Facebook, Twitter, en mi canal de YouTube o aquí abajo.
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