viernes, 19 de diciembre de 2025

Lobitos, un año después: petróleo, oleajes y la fragilidad de un paraíso costero

Por Nelson Peñaherrera Castillo

     


  

Hace un año, Lobitos dejó de ser solo sinónimo de olas perfectas y turismo internacional. El 20 de diciembre de 2024, manchas de petróleo comenzaron a extenderse frente a sus costas, marcando el inicio de una cadena de eventos que reveló la profunda vulnerabilidad ambiental, económica y social de esta parte del norte peruano.

 

Lo que ocurrió entonces no fue un hecho aislado. Con el paso de los meses, nuevos derrames y fenómenos climáticos extremos terminaron de configurar un escenario crítico que hoy obliga a mirar atrás, evaluar responsabilidades y preguntarse si el país ha aprendido algo de la crisis.

 




El primer golpe: diciembre de 2024

El derrame detectado entre el 20 y 21 de diciembre de 2024 frente al terminal multiboyas de la Refinería Talara afectó aproximadamente 270 hectáreas marinas. Las manchas alcanzaron playas emblemáticas como Las Capullanas, Yapato y sectores cercanos a Cabo Blanco, zonas estrechamente ligadas al turismo, la pesca artesanal y la identidad local.

 

El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) declaró la emergencia ambiental. Petroperú activó labores de contención y limpieza. Sin embargo, para la población local, el daño ya estaba hecho: playas cerradas, cancelación de reservas turísticas y un golpe directo a la economía de fin de año.

 




La herida que no cerró

Lejos de quedar como un episodio excepcional, el derrame de diciembre de 2024 marcó un patrón. En febrero de 2025, pescadores artesanales reportaron nuevas manchas oleosas en la playa San Pedro, en el distrito de Pariñas. Y el 7 de julio de 2025, Lobitos volvió a ser noticia: un evento focalizado de hidrocarburo fue asociado al pozo inactivo 383 del Lote VI, ubicado en el sector Punta Lobos B.

 

Aunque el sector Salud confirmó que no hubo personas afectadas, la recurrencia de estos hechos reforzó una sensación de abandono y de riesgo permanente en la población. La pregunta empezó a repetirse con más fuerza: ¿cuántos derrames más puede soportar Lobitos?

 


Un destino global en riesgo

Lobitos no es una playa cualquiera. Es reconocido internacionalmente como uno de los mejores puntos de surf de Sudamérica, recibe visitantes de Estados Unidos, Europa, Australia y Brasil, y aspira a ser declarado World Surfing Reserve. Cada derrame no solo contamina el mar: erosiona su reputación global y pone en duda la capacidad del Perú para proteger sus activos turísticos estratégicos.

 

Operadores turísticos reportaron cancelaciones masivas. Surfistas internacionales optaron por otros destinos. La imagen de un balneario sostenible comenzó a resquebrajarse.

 


El mar embravecido: oleajes de diciembre de 2025

Cuando la zona aún no se recuperaba del todo, un nuevo golpe llegó desde la naturaleza. El 27 de diciembre de 2024, un oleaje anómalo de hasta seis metros de alto impactó el litoral norte. Lobitos, Talara, Paita, Zorritos y Máncora sufrieron inundaciones, destrucción de embarcaciones, daños en hoteles y restaurantes, y el cierre de más de 26 puertos y caletas.

 

El fenómeno no solo paralizó la pesca y el turismo en plena temporada alta, sino que también dificultó las labores de limpieza y contención de zonas previamente afectadas por hidrocarburos. Petróleo y mar embravecido se combinaron en un escenario de alto riesgo.

 




Un patrón que preocupa

A un año del primer derrame, el balance es inquietante: infraestructura petrolera vulnerable, respuestas mayormente reactivas, falta de prevención efectiva y una costa expuesta tanto a errores humanos como a fenómenos climáticos extremos.

 

Lobitos se ha convertido en un símbolo de esta tensión no resuelta entre actividad extractiva, protección ambiental y desarrollo turístico.

 


Más que memoria, una advertencia

Conmemorar este año no es solo recordar fechas y cifras. Es reconocer que el daño ambiental no se mide únicamente en hectáreas contaminadas, sino en confianza perdida, oportunidades truncadas y comunidades que viven con la incertidumbre de ser las próximas afectadas.

 

Lo ocurrido en Lobitos y en el resto de la provincia de Talara debería servir como advertencia nacional. Proteger el mar, modernizar la infraestructura, planificar la respuesta a emergencias y asumir la sostenibilidad como política de Estado ya no es una opción: es una urgencia.

 

Porque si algo dejó claro este año es que el petróleo pasa, el oleaje se retira, pero las consecuencias permanecen.


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