Hay historias que son realmente buenas para
contar, pero que al disponerse para su cobertura encuentran una seria dolencia:
el manejo de los datos. Un caso típico ocurrió hacia 2010 en Sullana, la ciudad
donde vivo cuando una serie de hedores comenzaron a atormentarnos todas las
tardes. Imagina a una ciudad de casi 200 mil personas aguantando oler algo
parecido al excremento de cerdo, y nadie parecía tener una respuesta.
Y en principio ésa fue la hipótesis general,
así que todo el mundo, incluyendo las autoridades, se puso a buscar si acaso
las granjas de cerdo estaban haciendo algún tipo de manejo que generara ese hedor
molesto. Cuando la búsqueda terminó, no se halló nada de eso. Entonces alguien
culpó a las procesadoras de aceite esencial de limón, el que, cuando se
fermenta, apesta de una forma que no tienes idea. Pero se necesitaba un océano
de aceite para generar ese problema.
Fue cuando alguien descubrió que no eran ni los
cerdos ni el limón. Rastreando la fuente del hedor, todos los caminos conducían
a las plantas de etanol ubicadas al oeste del área metropolitana de Sullana,
donde se procesaba la caña de azúcar, que dejaba como residuo la vinaza. ¡Ésa era la fuente del hedor!
Aunque su cantidad no era masiva, sí tenía el
poder suficiente para generar esas olas que atormentaban (y que aún atormentan
de vez en cuando) a la población todas las tardes. Incluso hubo una
verificación oficiosa que comprobó el dato. Fue cuando alguien de nuestra
comunidad saltó hasta el techo y acusó directamente a una de las empresas
procesadoras de etanol por contaminar el
aire. Como respuesta, la empresa amenazó a esa persona con una querella por
delitos contra el honor y la buena reputación. ¿Actuó bien la empresa? Pues… sí
y no.
Sí actuó bien desde el punto de vista
estrictamente legal. Una investigación de FACTORTIERRA.NET basada en el Código
Penal peruano, donde se compendian todos los delitos y sus posibles penas,
encontró que existe un vacío legal en la forma cómo se denomina a la
contaminación: los supuestos eran amplios, pero obviaban el asunto del mal olor
por una razón puramente técnica, ¿cómo podrías ccuantificarlo? [Lee la historia completa]
Si tú acusas a alguien de algo, y mas aún si
haces una acusación pública, necesitas una base que lo sustente todo. Si la
empresa contaminaba el aire con hedor,
¿en qué cantidad lo hacía? La respuesta de la gente solía ser mucho, poco o
nada. Pero, si todo termina en una acción legal, ¿cuánto es mucho, cuánto es
poco, y hasta cuánto es nada? Peor aún, si no existe delito bajo el que puedas
acusar a alguien, no hay caso, se derrumba, se archiva y ahí quedó todo.
Empresa, 1; población, 0.
Ya en términos de imagen, de responsabilidad
social si quieres, es obvio que la empresa pudiera haber actuado mal porque su
actividad, si bien da empleo y todas esas cosas, debería considerar como un
factor clave la satisfacción de la comunidad, la buena imagen de ella, el hecho
de que generas ganancias sin afectar a terceros. En mi opinión, creo que una
salida digna para la empresa debió ser una petición de disculpas y la promesa
de que están trabajando para corregir o mejorar el problema que causa la
molestia. Eventualmente, se requirió la presión de las autoridades para
hacerlo, lo que resquebraja más la relación entre empresa y comunidad.
Al margen de ese caso en especial, la lección
detrás es que si bien es cierto puedes tener tu problema a comunicar
perfectamente identificado, el otro aspecto que debes cuidar es que esté
debidamente ssustentado, y sustentado sobre una base oficial. Pensemos en el
sujeto que acusó a la empresa por contaminación. Quiero creer que en su
pensamiento, causa-efecto, el delito era evidente. Yo pensaría lo mismo,
déjenme confesarles. ¿Dónde falló esta persona? Debió verificar si tal delito
existe, y aquí el razonamiento es interesante: si el delito existe, claro que
podía denunciar y eventualmente eso iba a proceder; pero si no existe, hay dos
opciones, o frenar en seco o darle la vuelta a la tortilla.
Sobre darle la vuelta a la tortilla, podemos
dedicarle otro artículo si lo deseas; pero yo quiero mas bien concentrarme en
la moraleja que nos deja esta historia: antes que nada, verifica en la fuente
oficial si aquello que vas a decir en público puede ser probado. Si existe,
úsalo como tu referencia básica; si no existe, tendrás que generar el dato
usando el método científico, y siendo muy inteligente en el manejo de las
conclusiones de tal modo que si alguien quiere rebatirte, le sea altamente
complicado lograrlo, o simplemente le dejes sin palabras.
Como alguien me lo reflexionó en redes
sociales, el asunto aquí no es si el público piensa que eres acertado o no; tienes
que ser forzosamente acertado muy a pesar de lo que el público piense de ti. Si
consideras que no eres capaz de ganar el grado de certeza, lo mejor es esperar
hasta lograrlo, o desistir si no hay manera de probarlo… o voltear la tortilla
de manera inteligente, como lo sugerí hace poco.
En nuestro caso, no insistimos en si el mal
olor configura delito de contaminación porque la respuesta era obvia: según la
ley peruana, no. Mas bien decidimos no atacar a la empresa sino llamar la
atención de los legisladores peruanos: hay un vacío legal sobre el mal olor, y
al existir un problema social en progreso, el legislador debería buscar las
herramientas técnico-legales para regular. ¿Lo hizo? Hasta ahora no, pero
fíjate cómo de pronto la fuente oficial nos permitió mover la historia hacia un
arista que nadie había explorado. Habrá que seguir insistiendo.
Recuerda que me encantará mejorar tus técnicas y estrategias de cómo
te relacionas con los medios de comunicación. Contáctame a mi cuenta de Facebook,
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