Lo que el 11S enseñó de
mala manera a todo el mundo es que el terrorismo es terrorismo en todas partes,
no importa qué motivo lo encienda. Por definición, es capturar el poder buscando
que la gente tema vivir en libertad y conservarla como un camino al progreso,
la tranquilidad y la paz.
De la misma forma, para
muchos países alrededor del mundo donde este problema no ha sido usual, el
evento les hizo llamar terrorista a quien es terrorista, aunque como el
periodista mexicano (pero radicado en Miami) Jorge Ramos, de la cadena
Univisión, anota, también nos hizo llamar terrorista a quien piensa diferente
que nosotros.
Mis recuerdos de esa
mañana de martes son actualmente algo difusos, pero recuerdo que estaba
comenzando el día de trabajo en Malingas, un caserío en el departamento de
Piura, Perú, donde yo trabajaba produciendo un programa de radio educativa.
Recibí el titular en mi celular como muchos otros en todo mi país.
Para quienes tuvieron
el alerta por mensaje de texto y corrieron a la pantalla del televisor, y
vieron en la transmisión en vivo cómo las grandes flamas salían de los hoyos
que causaron los aviones en las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio
en la ciudad de Nueva York nos generaron dos sensaciones: consternación y
ansiedad.
¿Por qué esta noticia
conectó cercanamente a la mayoría de la audiencia peruana? La respuesta simple
es porque ya nos pasó. Entre 1980 y 1997, grupos terroristas como Sendero
Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru secuestraron, asesinaron,
instalaron bombas, destruyeron propiedad pública y privada.
Ellos dijeron que
luchaban por nuestra libertad, por liberarnos de lo que llamaban
imperialismo (de hecho, la influencia estadounidense), pero siempre usando la
violencia, siempre atosigando a quien piensa diferente, siempre amenazando a
quien les deja en entredicho. La agenda fue claramente tomar el poder a como dé
lugar.
Y, en este punto, es
necesario remarcar que un terrorista no es necesariamente el hombre o la mujer
que viste un uniforme militar. Él o ella pueden vestir tranquilamente como
cualquiera de nosotros o incluso vestir un traje de un gran diseñador. Él o
ella pueden venir de la izquierda, el centro o la derecha: el terrorismo no
sabe de ideologías. Él o ella quiere controlarnos en la forma más enfermiza que
puedas imaginar.
Es relativamente fácil
forjar lealtades cuando obligas violentamente a alguien a hacer lo que dices. Actuar
por miedo no es actuar en Libertad, en efecto. Así, si las simples imposiciones
no son suficientes, las agresiones van a escalar. Y si nada funciona, lo mejor
para ellos será desaparecerte.
Tras el 11S, algo raro
pasó al mundo. En lugar de usar el hito como un parteaguas para construir un
mundo más justo en libertad y respeto, nos estamos confrontando más de lo que
podamos imaginar. La polarización en todos los sentidos es la medida de
nuestros días, y esa es una ganancia para los verdaderos terroristas.
Ellos tratan de
destacar los sentimientos de una de las partes vendiéndoles la idea de que
están disminuidas y carentes de poder, entonces se crea el resentimiento, y un
tren de acciones encendido por el odio y la necesidad manipulada de
reivindicación es lo siguiente. Y si eso permite tomar el poder, mejor. Pero,
¿para vivir en justicia? ¡No! Las experiencias alrededor del planeta no lo
comprueban.
Todos los regímenes que
se pudieron emprender siguiendo ese método en última instancia hizo a los
líderes una especie de pequeña cúpula con demasiados privilegios, los mismos
que ellos criticaron a las administraciones anteriores, mientras el resto de la
gente vive sometida, pobre, sin opciones para ser quienes quieren ser.
De otro modo, si algo
ha llegado a ser claro tras el 11S es que el terrorismo es un problema global,
no el focalizado en países pobres o en vías de desarrollo –incluso los EEUU
tienen un problema de terrorismo local desde los 90s hasta la reciente campaña
presidencial—entonces el combate en contra exige unidad. Hay algunos intentos y
redes colaborativas para la inteligencia y la intervención pero no todos los
puntos de vista están alineados porque el origen de cada cruzada terrorista
tiene sus propias particularidades locales. Entonces, una receta mundial
funcionando como una fórmula no siempre es la mejor manera de resolverlo.
Es posible que todavía
no veamos las lecciones de la experiencia del
11S con claridad. Pero hoy que estamos recordando 20 años de otro evento
en la historia reciente que remeció al mundo, es un buen momento para pensar al
respecto. ¿Hasta qué punto nuestra zona cómoda política, social, económica
llega a ser demasiado importante que podamos ver alrededor y entender que
podemos vivir como deseamos vivir considerando que el resto tiene el mismo
derecho, de que podemos ayudar y aprender uno del otro. Nosotros Podemos ser
comunidad sin renunciar a nuestra individualidad: son dimensiones
complementarias. Aún estamos a tiempo para dar el paso y ser un mundo mejor
sin violencia. Podemos. Hagámoslo.
Como siempre, espero seguir conversando contigo en mis cuentas de Twitter, Facebook e Instagram.
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