¿Cuán fácil es vender algo o a alguien falso como cierto? La técnica literaria dice que si colocas una mentira en medio de dos verdades, la duda asaltará a quien te lea; y si tu personaje, además de una buena construcción, logra simpatía, se asumirá como real aunque jamás haya existido, salvo alguna contraanotación rigurosamente verificada. Lo mismo aplica si quieres maquillar los aspectos negativos de una personalidad que sí existió.
Es el caso de Oscar Françoise de
Jarjayes (25/12/1755 – 14/07/1789), una supuesta oficial que sirvió como
guardia personal a la reina
María Antonieta de Francia desde el momento en que se convirtió en princesa
de ese imperio, un matrimonio arreglado para apaciguar tensiones diplomáticas
entre esa nación y Austria durante la segunda mitad del siglo XVIII.
En Latinoamérica, y especialmente Perú, supimos
de su existencia a fines de los ochenta del siglo pasado debido a una serie de
dibujos animados al estilo japonés, los ‘anime’, equivocadamente programada en
horario infantil (Los Simpsons
también son caricaturas pero están específicamente orientadas a público
adulto), y que entre romances, intrigas, duelos y persecuciones a caballo,
terminan contándonos la gestación y parto de la Revolución francesa, cuyo hecho
clave fue la toma de la prisión de La Bastilla, en París, el 14 de julio de
1789, lo que ya traté en columnas previas y no con calificativos inspiradores
que digamos.
Lo real es que la supuesta oficial Jarjayes
nunca existió, o al menos eso es lo que sabemos hasta dónde vamos investigando;
sin embargo pareció ser un recurso dramático de Ryoko Ikeda, quien creó al
personaje, para contarnos todo un hecho histórico con mucha pulcritud y rigidez.
Incluso se incluyó en la trama a La Fayette, un oficial francés que sí existió
al punto que participó en la Guerra de Independencia estadounidense (hay un
parque con su nombre en Washington, DC); también Maximilian Robespierre aparece
en el relato.
Si puedes buscarte la serie en plataformas,
como ejercicio para entender todos los eventos, sí, te la recomiendo. Está como
Lady Oscar (“la rosa de Versalles” en
otros países). Aquí uno de los episodios:
Y, aunque es cierto que hay mercancía
relacionada regada por la red, incluyendo el árbol genealógico de la
protagonista, la verdad es que no existió como nunca existieron varios
personajes sobre los que se contaron aventuras en las historietas, el cine, la
radio o la televisión. Es el caso del no menos popular Don Diego de la Vega,
cuyo ‘alter ego’ fue El Zorro.
Si bien fue ambientado en un primigenio Los Ángeles
durante la época en que California aún era parte de México pero ya se había
desencantado del dominio hispano, y en las dos películas protagonizadas por
Antonio Banderas hay hartas referencias a la historia real, lo cierto es que esa
suerte de héroe romántico jamás existió; es ficción. ¿Pensabas lo opuesto?
También pasa con gente real a la que se atribuye hazañas que quizás no hizo o
que no pueden verificarse.
Entre los distritos piuranos de Tambogrande y
Chulucanas aún vaga el fantasma de Froilán Alama, una especie de Robin Hood
local que tuvo varios pares durante la época del bandolerismo en otros
departamentos del Perú, como Luis Pardo en Áncash, del que mi colega Mario
Tarazona estaba produciendo una película que no pudo concluir porque falleció
de Covid-19 en 2020.
En el caso de Alama, el hecho confirmado es que
murió abatido por dos guardias civiles en un caserío del distrito lambayecano
de Olmos, pero lo que se debe corroborar es el resto de su vida y ‘obra’, como
la del supuesto escondite en el monte El Ereo (visible desde Sullana), sus
romances, y hasta el lugar exacto en que fue abatido. Sin embargo, esa carencia
de contraste histórico hace que algunas personas –están en su derecho—duden de
su existencia.
E igual pasa con el ex presidente Alan García,
quien falleció en Miraflores, Lima, tras suicidarse cuando iba a intervenirlo
un escuadrón especial de la Policía Nacional, pero a la que mucha gente aún
considera vivo y secuestrado de la luz pública. Sí, por ahí hay parte de
propaganda, y vaya usted a saber de dónde provendría. O la controversia sobre
la llegada de Neil Armstrong a la Luna: hay gente que aún cree fue un montaje
de Hollywood, como lo sugirieron al inicio de la undécima temporada de Los
expedientes Secretos X (The X-Files).
Y así podemos ir enumerando cientos de ejemplos
donde una mentira se esconde entre dos verdades y se transforma en otra verdad
(sin serlo), o una verdad entre dos mentiras y se transforma en otra mentira
(sin tampoco serlo). Si te quedas con la primera lectura de hechos, datos y
contrastes, es probable que caigas en el equívoco y lo asumas como algo real,
e, insisto, hay gente especializada en crear esos montajes que construyen o
destruyen reputaciones.
¿Existe alguna forma de no ser víctima? Por lo
pronto, no quedarse con aquella primera lectura, investigar en fuentes
confiables (como lo hice para escribir esta columna), y aplicar lógica. Por
ejemplo, si Lady Oscar, un apelativo que difícilmente escaparía a cualquier
historiador avispado (incluso para calificarla superficial y despectivamente
como marimacho), no aparece en la historia oficial de Francia, ¿es porque se la
ocultó deliberadamente si terminó encarnando los ideales revolucionarios como
en la obra (perdón por el spoiler), o
porque jamás existió? Lo mismo con el Zorro. ¿O qué tal con el Macondo de
Gabriel García Márquez, la Santa Ana do Agreste de Jorge Amado, o hasta La Tina
de enrique López Albújar (alguien asegura que sí existió).
Y no es que tengas que ir a París o a Los
Ángeles (si puedes, a buenahora), puesto que la investigación la puedes hacer
cómodamente desde tu computadora conectada a internet sabiendo buscar en la
fuente correcta. Se llama criterio, se llama metodología, y eso te lo forma la
educación.
Cuidado con algunas personas que hasta han
formado negocios especializados en crear noticias y hechos plenos de falsedad
porque están a la caza de aquellas personas que no cuestionan, que no indagan
por su cuenta, que, desgraciadamente, no forman sus propios criterios al margen
de lo que le diga cualquier fulano con alguna teoría medio extraordinaria. Como
siempre digo, el fantasma no asusta cuando sabes que allí está. Ya, si aún
sabiendo su existencia, terminas con los pelos parados, ni modo.
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