¿Los engañosos laberintos de la discriminación apuntan a la juventud?
La discoteca D’Fiore en Castilla, Piura, no tuvo mejor estrategia de mercadeo que, a decir de especialistas, premiar el demérito. Si presentabas exámenes desaprobados de tu universidad o constancias de expulsión por bajo rendimiento, te regalaban cerveza. No fue la ‘pionera’ de la promoción. Informes de prensa dicen que iniciando 2013, un grupo de universitarios la inició en una fiesta llevada a cabo en uno de los locales ‘exclusivos’ que suelen alquilarse en Piura para este tipo de actividades.
Si no te gusta estudiar, claro que la oferta
parece atractiva; pero ¿cuál es el mensaje de fondo? Mi lectura es simple: eres tan mediocre que
sólo vales alcohol. ¿Y sólo vales alcohol?
Estereotipos y prejuicios
Supongo que el ‘marketero’ que ideó la campaña
pudo pensar que la juventud es capaz de cualquier cosa por tener trago
gratis. Eso se llama estereotipo, o la idea temeraria
asignada a un colectivo de personas que parecen guardar un conjunto de
características comunes. La lideresa comunitaria Lita Aucca me comentaba que en
un ejercicio con mujeres en Bellavista, Sullana, soltó la frase “Los negros
después del mediodía…”, y la respuesta mayoritaria fue: “apestan”. Ese es otro
ejemplo de estereotipo.
Los estereotipos suelen nacer de los prejuicios, las valoraciones anticipadas
de algo o alguien sin tener un fundamento objetivo de fondo, aunque sí de
forma. De ese modo, mucha gente asume varias cosas observando la simple
apariencia, aunque en realidad no sean exactas.
Los prejuicios y los estereotipos son la base
de la discriminación social, o la
segregación de un conjunto de personas debido a criterios de aparente
superioridad o inferioridad, por lo que se asigna un tipo de trato inclusivo o
exclusivo, según sea el caso. Los tratos ‘exclusivos’ pueden degenerar en
violencia. Como las palizas que suelen darse a travestis por su forma de
vestir, o regímenes más institucionalizados como el apartheid que combatió el líder
sudafricano Nelson Mandela.
Códigos y ordenanzas
Todas las conductas discriminatorias suelen
tener criterios subjetivos aplicados a, o disfrazados en, criterios objetivos,
aparentemente estandarizados: sexo,
edad, condición socio-económica, orientación sexual, habilidades físicas o
mentales, nacionalidad, creencia política o religiosa… Mientras más
desmenuzemos los criterios para clasificar a las personas, hallaremos uno o más
tipos de discriminación.
En Perú, estas conductas pueden tipificarse en
delito, según el artículo 323° del Código Penal vigente
a esta fecha. Sobre esta base legal, y varias ordenanzas municipales aprobadas
en muchos lugares del país, se ha llegado incluso a clausurar negocios,
especialmente discotecas y restaurantes, o sancionar funcionarios públicos.
En Piura, sólo hay cuatro ordenanzas
anti-discriminación (OAD) vigentes, la de la provincia de Sullana y la de los
distritos de Piura y Catacaos, además de una regional. Ninguna ha sido
implementada aún. La de Sullana (la 013-2008/MPS) fue la emblemática dentro
del departamento, pues nació de un exabrupto cometido por un alcalde contra uno
de sus concejales que tiene una discapacidad física. Mas, desde la aprobación del instrumento, el
16 de julio de 2008,el número de veces que fue aplicado por la Municipalidad
Provincial de Sullana (MPS) ha sido cero.
Se ¿reserva? El ‘derecho de admisión’
La OAD no tiene como objetivo cerrar negocios, sino
evitar que usos arcaicos, invocando la ‘exclusividad’ de la clientela se basen
en la subjetividad de criterios para atender al público, que muchas veces son
dictados por los dueños de los mismos. Así, la discoteca Ibiza, situada en el
barrio Santa Rosa, al oeste de la ciudad de Sullana, no dejaba entrar a
personas en pantalón corto, pero sí a menores de edad, cuando la Ley lo
prohíbe, razón por la que fue cerrada a finales de abril de 2013.
Su publicidad en radio siempre llevaba el sello
“Se reserva el derecho de admisión”, cuando está prohibido por Ley. Las
discotecas que operan cerca de ella incurrían en la misma conducta. A pesar de
tener la 013-2008/MPS vigente, la municipalidad nunca las intervino,
invocándola. Desde que el público usuario mayoritario son adolescentes y
jóvenes, es la población que potencialmente puede ser víctima de actos
discriminatorios, por lo menos, los de hecho, porque también hay los de
palabra.
Un estigma llamado juventud
La publicidad radial de la Municipalidad
Distrital de La Matanza, Morropón, que busca combatir la venta de alcohol a
menores de edad tiene como protagonistas a post-adolescentes, pero casi siempre
desempeñando papeles de consumidores, olvidándose que suelen ser el último
eslabón de la cadena del negocio.
Yendo a nivel nacional, el caso emblemático fue
la controvertida modificación de la ley del Servicio Militar en 2013, que,
debido a excesos de la milicia peruana, fue convertido en 1997 de obligatorio a
voluntario. Bajo el argumento de reducir los niveles de inseguridad ciudadana y
el déficit de personas acuarteladas, este año el Gobierno peruano quiso cambiar el régimen a un
escenario confuso: ¿voluntariamente obligatorio o obligatoriamente voluntario?
Lejos de analizar si la oferta era
suficientemente atractiva para los y las jóvenes, se les acusó de no tener
interés en su patria, y se minimizó el hecho de que la multa aproximada de 690
dólares no estaba al alcance de la mayoría de ellos y ellas. A la par, el
estudiantado de universidades era el único colectivo exonerado de ir al
cuartel, es decir de todo el grueso de
quienes están en educación superior, compuesto también por institutos y
escuelas superiores.
La reforma legal hizo una excepción con las personas
con discapacidad; también con quienes mantenían un hogar, pero se cuestionó
cómo podrían probarlo legalmente. El Colegio de Abogados de Lima y la
Defensoría del Pueblo acogieron la preocupación de la Federación de Estudiantes
del Perú, y lograron congelar el sorteo para el régimen acuartelado justo 24
horas antes de su inicio, bajo el criterio de que la ley es discriminatoria.
En todos los casos expuestos, la juventud, que
parece ser la ‘beneficiada’ con estas medidas, termina siendo la víctima de
conductas discriminatorias, o que las bordean. Si cruzamos este tipo de
discriminación por edad con los tipos de discriminación usuales, veremos
escenarios que llaman la atención.
Una joven suele ser víctima de trata de
personas y violencia física y sexual más que una adulta. Un joven gay tiende a
ser más maltratado que un adulto gay (especialmente si no tiene dinero o
trabajo). Un joven campesino recibe peor trato laboral que un adulto de la
misma zona (incluso cuando trabaja para uno de éstos).
Tal parece que la juventud lleva las de perder
en cuanto a trato diferenciado. El decano del Colegio de Psicólogos del Perú –
Filial Piura, Eduardo Carmen, dijo en Radio Cutivalú, refiriéndose al caso
D’Fiore, que durante la juventud se van forjando los valores que determinarán
el resto de la vida de la persona.
Si lo extrapolamos, podríamos inferir que si le
damos un trato vertical a esta población es probable que se lo den a la futura
juventud, si es que no se lo está dando a la adolescencia y a la niñez: la
dictadura del sadismo de la edad se repetirá siempre. Aunque el abogado Quique Rodríguez sostiene
que la promoción de D’Fiore no incurre en un ilícito penal, sí se puede
condenar moralmente.
Y, por extensión, cualquier manifestación de
menosprecio debe recibir el mismo trato. Reducir a un o una joven a una botella
de cerveza es otra forma de cosificarles, de discriminarles. Y mientras se siga
pensando de ese modo, el modelo de crecimiento nacional comenzará a derrumbarse
por algún lado, pues se construye sobre bases débiles, o sin ellas, en el peor
de los casos.
El autor es co-escritor de racismo en el Perú: cómo enfrentarlo.
Discute conmigo este ttema en mi cuenta de Twitter. Las fotografías presentadas
en esta entrada son de la Coordinadora Nacional de
Derechos Humanos, distribuidas por FACTORTIERRA. El modelo que aparece en
una de las fotografías es Frank Cañola.
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