lunes, 4 de septiembre de 2023

el viejo dilema del prompter



A estas alturas de la vida, para nadie debe ser un secreto que el truco mediante el que podemos presentar noticias mirando a la cámara como si fuese aprendido de memoria, o improvisado de momento, se debe a un viejo artilugio llamado prompter, teleprompter, cue o apuntador. 


Se trata de una ayuda visual o sonora colocada discretamente dentro del mismo tiro de cámara de tal manera que el presentador o la presentadora dé la sensación de que le está hablando directamente a ella sin tener un papel escrito como respaldo.


El apuntador óptico se inventó en 1950. Básicamente es un cristal polarizado cuya parte transparente se monta del lado de la lente y el lado reflector se orienta al talento. El cristal debe estar en un ángulo de 45 grados, de tal manera que refleje un texto proyectado en una pantalla que se coloca justo en perpendicular a la lente de la cámara. El texto debe estar dispuesto al revés, como si lo viéramos en un espejo. El talento puede mover el texto con una perilla manual o un pedal para regular la velocidad o detenerlo.


El apuntador auditivo es menos sofisticado. Consiste en colocarse un auricular en la oreja mediante el que se oye el libreto y se repite verbalizando. El texto puede ser leído por un operador humano o por un programa de generación de voz. Si es lo segundo, el talento puede controlar el avance del texto mediante un control manual. El truco está en que el volumen del auricular no sea audible por el micrófono o por la cámara, y que este auricular esté oculto en el cuadro aunque realmente está ahí (si el talento mueve la cabeza innecesariamente, sí se nota).



La discusión que ha surgido en mucha gente que hace televisión, especialmente la periodística, no está en cuál de los dos es mejor (respuesta: ambos), sino en si debe usarse o no. La controversia estriba en saber si el texto leído o recitado ha sido escrito por el propio talento, consensuado con el propio talento o escrito por un tercero.


En las grandes organizaciones de noticias por televisión, en realidad, hay de los tres. Muchos talentos escriben sus propios textos, adecuados a su modo de hablar o fraseo, de tal forma que al leerlo suenen naturales, como si se dijeran de memoria. Pero también hay los que se consensúan en las juntas editoriales o los que prepara un redactor.


Si se trata de un presentador independiente o solitario, como es mi caso al momento de escribir estas líneas, lo ideal es que se trate de un texto que yo mismo escribí. Como es mi caso, repito.



Quienes usamos un prompter, lo hacemos porque muchas veces compartimos datos y no queremos confiar en la imprecisión de nuestras memorias. Entonces, al estar escrito, evitamos caer en errores. en mi caso, me es útil para las cifras. 


Además lo usamos para no extendernos en el tiempo: si no tienes un productor que te controle o un reloj delante de ti, la redacción de tu texto ya tiene una extensión determinada en minutos o segundos (nunca en horas, por favor); entonces, puedes decir lo que tienes que decir sin estar corriendo contra ti mismo o misma porque sobra o falta tiempo.


Si ésa es tu situación, creo que es válido usar el prompter. Pero, si es usado para que un tercero te imponga qué decir aunque no estés de acuerdo, entonces sí abrimos una discusión ética: ¿realmente me acomoda ser una cabeza parlante? Ojo que los talentos creados por inteligencia artificial pueden hacer exactamente lo mismo, pero tienen una desventaja: no tienen la última palabra sobre si algo es editorialmente relevante para la audiencia, ni siquiera usando un buen algoritmo.


Lo que no me parece válido en esta discusión es culpar al prompter. Es solo un aparato, o un artilugio. No hace otra cosa que servir a los intereses de cualquier ser humano. Ahora bien, ¿cuáles son esos intereses? Ahí está la madre del cordero. Conversemos.

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