De tocar lo ajeno a lo propio, y del presencial a la plataforma virtual.
El rock es una
corriente musical que nació de un mestizaje cultural tanto en los Estados
Unidos como en el Reino Unido.
Ritmos tan dispares como el blues, el jazz o el country
fueron los ingredientes que a mitad del siglo XX se usaron para dar vida al rock
& roll, y a partir de él, una década después, ir configurando al rock
como un movimiento cultural que se globalizó, incluso antes de la primera
transmisión de Arpanet, el antecesor de Internet, allá por 1969.
La
movida habría llegado a Piura en 1967, aunque inicialmente solo se tocaba covers.
Lo que se vivió no fue una brisa sino un ventarrón: “Aparecieron mas de 80
bandas”, me cuenta Juan Francisco
Facundo Silva (43), uno de los pocos difusores del género al menos en las
dos urbes más grandes del departamento.
“Te
hablo de los años 60 y 70 como Scarface, Los Delfines, Los Jailers, Los Stones”,
recuerda citando una investigación de Miguel Almeida, quien logró sistematizar
los inicios del movimiento en Piura en un texto con más de 30 páginas, por si
alguien desee profundizar.
Del cover al streaming
Cuando
terminaron los convulsos 1980, las bandas piuranas de rock dejaron de tocar
temas prestados y se dedicaron a crear los suyos: “Ahora en los ‘90 sí hay
registro, por ejemplo, bandas que hicieron música propia como Libre y Diáfano, y mucho después
ya vinieron los 2000 con bandas como los shokekoks, 1900, que aún están
luchando, y habían más”, prosigue Facundo.
Para
entonces casi cada capital provincial tenía al menos una formación dedicada al
rock, como Los sepultureros, en ciudad de
Ayabaca, que comenzó a tocar circa 1995. También comenzó la
ramificación en subgéneros con influencias tan diversas como el ska o el
punk. El verbo poguear (bailar colectivamente empujándose en tono
amistoso) comenzaba a ser parte del léxico juvenil piurano.
Desde
2010 en adelante, hay nuevas bandas y nuevos retos de competir en un mundo que
parece abandonar poco a poco los soportes clásicos como el vinilo
(aunque se resiste a morir), el cassette compacto (que ya había
desaparecido casi del todo), el disco compacto (que sobrevive con
esfuerzo) y se entrega a la difusión en la nube virtual mediante el streaming,
migración acelerada tras la pandemia
de la Covid-19, que obligó a cerrar los espacios públicos por un año
entero.
El
propio Facundo tuvo que transitar de difundir mediante la radio FM hasta crear
su propio espacio en Facebook, Facundo
Rock, que dedica largas emisiones a presentar temas, grupos y analizar la
escena del rock con interacciones dentro y fuera del Perú, incluso. Algunos
usuarios lo siguen desde sitios tan distantes como Australia.
Movimiento autogestionario
“Ahora
en la actualidad el problema es que no
hay apoyo de gobiernos regionales”, critica el presentador. “Hay espacios que
están cerrados como el Teatro Municipal de Piura, el teatro manuel vegas
castillo; también la Concha Acústica [del parque infantil Miguel Cortés]que
requiere una reparación para presentaciones culturales y deportivas”.
A 55
años de que la primera banda de rock tocara en Piura, incluso las capitales
distritales tienen teatros o salas construidas especialmente para espectáculos;
es decir, hay mucha oferta y la demanda parece no haber decaído, a pesar que el
género urbano parece haber ahogado al rock a escala mundial.
“Mayormente
los que se dedican a hacer eventos o tocadas, como las llamamos, son la
gente independiente que le gusta el Rock; también las mismas bandas se
autogestionan pero son pocas”, explica Facundo.
El
modelo de financiamiento independiente con locales privados se basa en que el
dueño gana por venta de alimentos y bebidas y el organizador gana por la venta
de entradas. Si el espectáculo se hace gratis y a espacio abierto, como lo hizo
Facundo el 15 de octubre en Sullana (para celebrar el segundo aniversario de
Facundo Rock), el apoyo público básicamente consiste en autorizar el uso del
recinto (en este caso fue el anfiteatro del centro de Convenciones). El resto
se consigue mediante patrocinios.
Lo que
sí está claro es que en este medio siglo de rock en Piura, los adolescentes y
jóvenes de aquellas épocas son los abuelos de esta generación, y muy a pesar de
la evolución
cultural y tecnológica, han permitido que la semilla siga creciendo y dando
frutos.
El desafío para el rock piurano es entender que, sin renunciar a ser un escenario local relativamente marcado, tiene ahora mejores posibilidades que hace 55 años para hacerse global. Talento hay. Veamos cuánto es capaz de fulgurar.
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